Me tomó casi 10 años volver a escribir aquí. La última vez que había escrito antes de volver, estaba casi recién casada.
Dicen que nunca somos la misma persona que alguna vez fuimos. El cuerpo que ocupamos hoy en el mundo, es completamente diferente al cuerpo de aquellos pequeños bebés que alguna vez fuimos. No hay ninguna sola célula de aquel cuerpo que permanezca.
Es verdad que cambia nuestro exterior, pero ¿qué hay de nuestro interior?
Hace no mucho tiempo, estuve muy enamorada del running. Correr era una meta que todo el tiempo quería superar. Siempre en busca de una nueva carrera, o de mejorar mis tiempos.
Empecé a escribir porque me gusta y porque quería recordar mis trotes.
Dejé de escribir porque dejé de correr. Me alejé tanto tiempo. Y pensaba, si no corro, ¿de qué voy a escribir?
Mientras tanto, mi cuerpo se encargó de crear y criar a dos seres humanos pequeños. Se puede decir que corrí mi primer maratón sin haberlo corrido. Uno nunca sabe lo que el cuerpo es capaz de soportar hasta que tiene hijos. Y que este maratón de la maternidad no tiene meta.
También atravezamos una pandemia y salimos adelante. Nos llevó un tiempo y quedamos con algunas cicatrices, pero salimos adelante.
Y cuando la tormenta se apacigua, cuando vuelve la calma, uno se pregunta, ¿quién era yo antes? ¿quién soy ahora?
Alguna vez le escribí a mi cuerpo para comenzar el año:
Pareciera que no ha pasado mucho tiempo desde la última vez que corrimos, pero los meses de descanso han llegado a su fin y hoy nos volvimos a encontrar con la pista.
Y luego me dije con mucho entusiasmo, como si con aquella instrucción todo mi cuerpo se reprogramara de nuevo:
Querido cuerpo, despierta y levántate. Ya es hora de correr.
Felices trotes :)


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