En el 2022 mi familia y yo nos mudamos de casa después de haber pasado por una casa en la que nunca estuvimos convencidos de estar, pero que por causas ajenas a nosotros durante la pandemia tuvimos que aguantar.
«El fin oficial de la pandemia», así decíamos mi esposo y yo, cuando nos mudamos. Dejamos atrás un tiempo difícil y nos preparamos para iniciar una nueva etapa.
En el patio de atrás, tenemos un árbol de limón, que en ese entonces más bien parecía un tronco con algunas hojas y cero limones. Ese árbol iba a necesitar mucho trabajo.
A veces, las cosas necesitan trabajarse y a veces también necesitan tiempo.
Hoy, platicando con alguien en el trabajo, reflexionaba sobre un proyecto en el trabajo que con el tiempo ha resultado ser un gran proyecto. Que aunque al inicio no lo dimensionábamos como tal, años después ha dado grandes frutos.
Eso me llevó a pensar en lo mucho que he crecido este año. No ha sido fácil; ha sido un año lleno de retos. Existen muchos cambios que esperaba lograr y que aún no he alcanzado. A veces, pensar en eso me abruma.
Sin embargo, también pienso en lo que he sembrado. En esas cosas que no darán fruto hasta dentro de un tiempo, pero que sé que, con tiempo y cuidado, florecerán. Aunque el objetivo que me propuse no se cumpla exactamente como lo imaginé, seguramente otros frutos aparecerán.
Y si ustedes vieran el árbol de mi patio. Tuvimos que cortar algunas ramas bajas para que las altas pudieran seguir creciendo. También lo amarramos para que su peso no lo deformara y se convirtiera en un árbol con altura. Cuánto ha crecido ese árbol. Sus ramas son grandes y guardan muchos limones.
¿Quién lo hubiera pensado?
Porque todo es hermoso a su tiempo.
Felices trotes :)


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