En la Sierra de Arteaga existen un sinfín de montañas que alcanzan alturas de más de 3,500 metros sobre el nivel del mar. Es una zona tan cerca de la vida urbana en Coahuila y Nuevo León, pero tan distante de lo que la vida exterior es, fuera de la ciudad.
Hace algunos fines de semana, mi familia y yo nos fuimos a pasar una noche en unas cabañas cerca de la ciudad. Estábamos rodeados de las montañas y con unas vistas de aire limpio que no se consiguen estos días. Los niños disfrutaron jugando en la tierra, dieron un paseo en tractor y, por la noche, observamos la luna y las estrellas a través de un telescopio mientras nos calentábamos junto a la fogata comiendo bombones.

Un estudio publicado en la revista científica Nature en 2001, afirma que los norteamericanos pasan un 87% de su tiempo en edificios cerrados y un 6% en vehículos también cerrados. Quiero suponer que el resto de las personas en el mundo en zonas urbanas, mantienen estadísticas similares.
Y no solamente pasamos tanto tiempo encerrados entre cuatro paredes, sino que con la llegada de los celulares y las redes sociales, la vida exterior —la vida real— parece tan lejana como si perteneciera a otro mundo.
Varias veces al día me descubro detenida, ya sea subiendo las escaleras o, lo que es peor, mientras manejo, mirando innecesariamente el celular. Dicen que una adicción se define cuando algo interfiere con nuestras actividades diarias.
No diría que la tecnología me impide cumplir con mis responsabilidades, pero sí es una distracción lo suficientemente poderosa como para interrumpirlas.
Rachel Hopman-Droste es una científica que investiga la relación del cerebro con nuestra exposición al medio ambiente.
Cuando empezaba su doctorado en la Universidad de Utah se dio cuenta de que le era mucho más fácil concentrarse después de los fines de semana que disfrutaba en la naturaleza. (Utah es un estado con 5 parques nacionales.) Fascinada por esta conexión entre el contacto con la naturaleza, la cognición y la atención, decidió investigarla a fondo.
A través de sus estudios, ha demostrado que el tiempo al aire libre mejora el rendimiento en actividades cognitivas. Un simple paseo de 20 minutos en la naturaleza favorece la memoria y la concentración. Sin embargo, los mayores beneficios se encuentran en la exposición prolongada: tres días o más en contacto con la naturaleza no solo mejoran la atención, sino también el estado de ánimo y la salud. A este fenómeno lo llaman «el efecto de los 3 días», y se encuentra en la cúspide de lo que se conoce como la pirámide de la naturaleza.

Pero un tema importante, una caminata por la montaña, solo es medicina para tu cerebro si tu celular no te está bombardeando información.
Hace poco, tuve la oportunidad de escuchar en conferencia a Brené Brown sobre un concepto que apenas empieza a estudiar, al que llaman soberanía cognitiva que significa control sobre el propio pensamiento. «He sentido esto dos veces en mi vida» dijo. «La primera fue cuando conseguí la sobriedad hace 28 años, y la segunda fue mi primer año sabático en las redes sociales.»
Una vez más, el paralelo del celular con las adicciones.
Hablar de la naturaleza para quienes vivimos en la ciudad, puede parecer difícil. Pero basta con empezar desde lo más sencillo como salir a una pequeña caminata en el parque o si te es posible, tu propia naturaleza en casa puede ser algún pequeño jardín, como el mío.

No serán las montañas de Arteaga, pero salir a mi jardín para desayunar al aire libre, tomar una taza de té, leer un libro o simplemente hacer una pausa en el día, es una forma de re-conectar con el exterior. Y eso, por pequeño que parezca, ya cuenta.
Felices trotes :)
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