Hacer Fuerza Sin Romperse

Árbol de limón

He estado pensando mucho en la fuerza. Todos hablan de lo importante que es hacer ejercicios de fuerza, cargar pesas y fortalecer los músculos. Hacerlo ayuda a mantener y desarrollar masa muscular, algo que, con los años, vamos perdiendo.

Cuando entrenamos con pesas, ocurre algo interesantísimo en el cuerpo: el tejido muscular, al someterse a tensión, se “rompe” un poco. Esa pequeña ruptura le dice al cuerpo que necesita adaptarse para soportar más peso. Así que el cuerpo repara el tejido, lo reconstruye y lo hace más fuerte. La palabra clave aquí es romper.

La tensión rompe el músculo.

He hablado varias veces del árbol de limón en mi casa que ha dado, y sigue dando abundantes limones. Da tantos que a veces las ramas se doblan por su propio peso. Algunas se me han roto, y me cuesta verlo. Porque quiero los limones, quiero que crezcan más… pero a veces, por buscar más fruto, termino perdiendo una rama.

El entrenamiento de fuerza, y los momentos de tensión en la vida, tienen eso en común: nos ponen a prueba. Como una rama cargada de limones, si el peso es demasiado, puede quebrarse.

A veces, he intentado sostener ese peso forzando la rama, atándola y apretando más de la cuenta. Recuerdo una vez que até una rama para que no se doblara; la presión fue tanta que terminó estrangulada e igual se rompió.

Hace poco probé algo distinto: en lugar de tensarla, puse un palo para sostenerla. No la obligué, solo le di soporte. Y así, con ese apoyo, la rama pudo cargar sus limones sin doblarse.

La fuerza no siempre se trata de resistir o aguantar. A veces, se trata de encontrar apoyo, de permitirte sostener el peso de otra forma.

Ayer corrí el 5K de Duendes del Valle que celebraba su 25 aniversario. Ya perdí la cuenta de cuántas veces la he corrido, lo que sí sé, es que tenía mucho tiempo sin correr una carrera.

No puedo decir que entrené demasiado, aunque en las últimas semanas había logrado salir a correr una o dos veces por semana. Así que decidí tomarlo con calma.

Tome un ritmo muy a la segura y me dedique a mantenerlo casi toda la carrera. Es difícil aguantar las ganas y la emoción de meter más velocidad, sobre todo al inicio. Pero no iba a arriesgarme a lastimarme las rodillas o, peor aún, a no poder terminar. Cerré en 33:12.

Correr esta carrera fue un recordatorio: no todo se trata de empujar más, sino de apoyarte mejor, de respetar tus ritmos y de reconocer que, entre romper para crecer o romper para caer, la línea es muy delgada.

Felices trotes :)

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