Cuando de niña alguien me dijo “la práctica hace al maestro” yo me la creí. De cierto modo, con eso me podía convencer de que si yo hacía lo que fuere muchas veces hasta que me cansara seguramente lo iba a lograr. Y ahí me tienes en mi clase de deportes tratando de meter una canasta desde la línea sin lograr una sola. Yo siempre fui, y sigo siendo, muy pequeña de estatura. El basket nunca termino por gustarme. Dominar el balón en mis clases de futbol… misma historia. Se te fue, recogelo, vuelve a intentarlo. El problema es que para correr nunca tuve que batallar. Era veloz. Yo era muy veloz. Ganaba competencias de atletismo y nunca tuve que “practicar” hasta cansarme.
Años después cuando empecé a correr carreras vinieron las primeras lesiones. Entrenaba para un 5k después pasaban meses sin correr, me inscribía a otra carrera y volvía a correr. No me importaba mucho entrenar porque la estaba librando bien y sin haber entrenado tanto. Cuando pasé a los 10k fue cuando mis rodillas se rindieron. Pasé mis primeros dos meses en reposo obligado. Lo primero que me recomendaron fue ser más constante en el entrenamiento.
A la fecha, me sigue costando mantener un plan constante. Mi compromiso con la pista va y viene cuando se interpone mi trabajo u otros obstáculos. Y aunque sí he estado entrenando, sé que si la carrera fuera mañana, probablemente me lastimaría.
Hoy decidí tener mi plan por escrito en mi agenda de aquí al 11 de marzo. Tengo planeados los kilómetros de aquí a mi próximo 10k. Con esto al menos sé, que si hay tardes que se complicarán, tengo que correr por la mañana. Además, me sirve para anotar mis tiempos por escrito y llevar mi avance.
Mantener el plan y ser constante no es fácil. Ser constante en el entrenamiento, constante en la dieta, constante en el sueño. Pero sin duda es el más grande secreto de los buenos corredores.
Felices trotes :)
En mi iPod: Kelly Clarkson – What Doesn’t Kill You