Entrenar en invierno es más fácil de lo que pensé. La verdad es que la parte más difícil es bajarme del carro, o salir de mi casa, calentar y empezar a correr. Pero una vez en la pista, el frío se va. Por supuesto que usar la ropa adecuada ayuda mucho. Orejas, cuello, manos y pies cubiertos. El otro día hasta salir a correr a las 6 am en plena lluvia matutina. Hay mañanas que saco a McQueen a pasear y al principio no quiero ni sacar mis manos de la sudadera para agarrar la correa, pero después de algunos pasos, al paso de McQueen, regreso a casa bastante acalorada.
Lo que sí es muy difícil, más que entrenar en invierno es entrenar en diciembre. ¡Qué difícil es estar adecuando el calendario para poder cumplir con las posadas! Y lo peor es que mi rutina ya perfeccionada de dormir y levantarme temprano, se vuelve casi imposible con las desveladas.
Después de una semana de entrenamientos atropellados, ayer por la mañana salí a correr a Calzada unos kilómetros. El clima estuvo perfecto, 20 grados, entre soleado y nublado. Traté de concentrarme en cada movimiento, aprovechando la distancia para perfeccionar técnica. Después del trote, mientras estiraba en una banquita, miraba los árboles llenos de hojas verdes con el sol entre sus ramas. Lo curioso es que a lo largo de toda la pista, había una cama de hojas secas. Al parecer mientras algunas caen, otras permanecen aguantando el invierno. Aferrándose a sus ramas…entre el frío, la lluvia, los vientos y las posadas, aguantaremos. ¡Ánimo corredores, que no caiga el invierno!
Felices trotes
En mi iPod: I was made for loving’ you – KISS