Los últimos días han estado bastante variados en cuanto a rutinas y horarios de ejercicio. Entre carreras largas en Calzada, trotes con McQueen en Colinas y entrenamientos en la eliptica, poco a poco recupero y mantengo un nivel para volver a correr el próximo 10k.
Casi siempre corro 2 días seguidos y después hago eliptica o bien corro un día sí y un día no. Depende del humor y del día. Pero si fuera por McQueen, correríamos todos los días.
Cuando era un cachorrito pensaba que nunca lo iba a poder llevar a correr porque se distraía demasiado olfateando. Después se volvió demasiado inquieto y casi imposible de detener con la correa. Tuvo y sigue con su fase de aullar a otros perros cuando quiere acercarse o jugar. Y no se diga si pasa otro corredor porque seguro le quiere saltar.
Pero estos días que hemos estado corriendo, creo que ya está entendiendo. Al momento en que empezamos a correr sale disparado y eso que vamos de subida. Hay puntos en los que va tirando de la correa como si yo fuera su trineo. Corre y corre sin parar. A menos que corramos una distancia muy larga o que sea muy empinada la subida, no se cansa.
Todo va excelente y a toda velocidad hasta que se le ocurre hacer sus escalas. Podemos ir corriendo de bajada y con la zancada a todo lo que da y de repente… quiere hacer pipí, quiere olfatear algo o simplemente va corriendo a mi lado derecho y algo a mi lado izquierdo le gustó y no batalla en atravesarse. Y esas frenadas en seco de repente terminan en tropiezos.
En fin, aquí va la moraleja: a McQueen le encanta correr y lo disfruta hasta desquitar todas sus energías, pero más que correr quiere salir a divertirse. A donde sea que la pista, o su nariz lo lleven.
Aquí les comparto una foto de mi pequeño corredor muy sonriente.
En mi iPod: glad you came – the wanted