Justo antes de dormir, estaba escuchando hace unos días como caía la lluvia. De esas veces que golpea fuerte con mucho viento. Y aunque pudiera parecer agitante afuera, desde mi cama fue un momento de mucha calma.
Ya es bien sabido que esta es la temporada de lluvias y casualmente, he tenido días algo tormentosos. No en el sentido grave, pero sí muy agitados. Se acercan los meses más complicados en el trabajo y también he estado ocupando mi tiempo estudiando. Quisiera poder decir que he estado corriendo mucho pero sólo he logrado algunos trotes cortos y algunas rodadas. Hoy, mientras paseaba en mi bici, las nubes amenazaban con dejar caer un poco de agua. Con cada subida pesada rogaba por que empezara a llover.
El estrés tiene sus maneras de hacerse ver en el cuerpo y en la mente. Antes, he tenido problemas estomacales, respiratorios, alergias, migrañas y demás. Empecé a cuidar mi alimentación y a tratar de cierto modo las alergias y hace tiempo que no batallo con eso como antes. Pero como quien dice, si no es una cosa, es otra. La mente también juega sus trucos cuando está bajo presión. Los corajes y pelas por cosas insignificantes se vuelven del día a día.
Finalmente, al dar vuelta en una curva, comenzaron a caer grandes gotas de lluvia que golpeteaban mi casco. Pedaleé tan rápido como pude. Agarré velocidad y me fui de bajada con el viento y la lluvia de frente. Pensando que en momentos como el de ahora, no hay más remedio que agarrar la lluvia de frente y seguir adelante. Mojarse un poco o mucho es inevitable. Pero la felicidad no solo está en los rayos de sol. A veces también se encuentra en medio de las nubes, en la lluvia que nos refleja lo que somos y de lo qué somos capaces.
En mi iPod: Norah Jones – Happy pills